lunes, 13 de abril de 2009

La eficacia de las oraciones

Cualquier afirmación acerca del mundo físico (el mundo real) puede ser verificada experimentalmente, al menos en teoría. Esto se aplica también a las oraciones hechas por personas que no conocen a las personas por las que están orando, y que rezan para que se curen de una enfermedad, por ejemplo, lo que implicaría que suceda algo en el mundo físico, como la curación efectiva de dicha enfermedad. No se podría aplicar, por ejemplo, a aquellos que pidan por el "perdón de los pecados" de esas personas, o "la salvación de su alma", pues ambas son peticiones cuyo efecto no sería observable o medible, y que para los efectos, dan el mismo resultado que si no se hiciese nada (al menos en el mundo real, el universo, o como se le llame).

Teniendo esto en cuenta, se han hecho varios estudios científicos con una relativa seriedad acerca de la efectividad de las oraciones hechas por personas en favor de la curación de personas que nunca han conocido, pero que están vivas y en cuyos casos se puede conocer si los efectos de las oraciones fueron benéficos o no, o si siquiera hubieron efectos (por razones obvias, los estudios no serían tan serios si las personas se conociesen, o si uno mismo rezara en favor de uno mismo, pues sería entonces atribuible un efecto psicológico si se da un posible mejoramiento de la salud). Un importante componente de estos estudios es que las personas por las que se reza no deben saber que alguien está rezando por ellos.

El estándar típico de estos estudios es dividir en dos grupos a las personas, uno de control y uno al que estarán dirigidas las oraciones. Un tercer grupo podría ser el que efectuase las oraciones por el segundo grupo. El primer grupo, es decir, el grupo de control, serviría para saber si hay una diferencia entre el grupo por el que se reza y por el no se reza. En medicina y biología son comunes estos estándares; se llaman de "doble ciego", y se hacen para asegurar que los resultados son objetivos.

Un estudio de ese tipo fue conducido por médicos de la presitigiosa clínica Mayo, clínica sin fines de lucro (un resumen puede ser visto en http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/11761499). 776 pacientes con enfermedades cardiovasculares fueron dividios aleatoriamente en los dos grupos ya mencionados, el de control y al que están dirigidas las oraciones. Un tercer grupo de personas rezaba por el segundo grupo, y nadie rezaba por el grupo de control. El estudio duró 26 semanas, luego de las cuales se llegaba a un término primario que podía ser la muerte, paro cardiaco, rehospitalización por enfermedad cardiovascular, revascularización coronaria y visita de emergencia al hospital producto de enfermedad cardiovascular. Los dos primeros grupos fueron divididos en pacientes de alto riesgo y pacientes de bajo riesgo debido a la presencia de cualesquiera cinco factores de riesgo, como diabetes, edad mayor a 70 años, entre otros.

Los resultados fueron los siguientes: luego de las 26 semanas, el 25.6% de los pacientes por los que se oraba había llegado al término primario (muerte, paro cardiaco, etc.), mientras que el 29.3% de los pacientes por los que no se rezaba había llegado a ese mismo punto. Entre los pacientes de alto riesgo, el 31% de los pacientes por los que se oraba había llegado al término primario, mientras que el 33.3% de los pacientes por los que nadie oraba lo había hecho. Entre los de bajo riesgo, 17% de los del grupo por los que se intercedía llegaban al término primario, mientras que el 24.1% de los del grupo de control llegaba a ese término. Dados los parámetros estadísticos a los que estaban sujetos estos porcentajes, los autores del estudio concluyeron que la oración intercesora no tenía un efecto significativo en los resultados médicos en pacientes luego de una hospitalización en una unidad de cuidado coronario.

Otro estudio, hecho por el instituto de investigación clínica Duke (ver resumen en http://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/16023511), en 9 hospitales de Estados Unidos, con 748 pacientes en una intervención percutánea coronaria, o una catheretización, tampoco encontró diferencias significativas en los resultados.

Asimismo, en su estudio "Sanación como una terapia para la enfermedad humana: una revisión sistemática" (http://www.liebertonline.com/doi/abs/10.1089/acm.2000.6.159), el doctor Neil C. Abott tampoco encontró que se pudiesen hacer conclusiones significativas al respecto.

En otra tónica, el doctor William A. Nolen condujo en 1967 un caso estudio acerca de 23 personas que habían dicho ser curadas por Kathryn Kuhlman (http://en.wikipedia.org/wiki/Kathryn_Kuhlman), una evangelista pentecostal, para ver si la sanación por la fe era efectivamente por la fe. Nolen concluyó que no hubo curación en ningún caso. Inclusive, y eso sí que es indignante, Kuhlman ordenó a una señora que decía haber sido curada por ella de cáncer de la espina que botara sus aparatos ortopédicos y corriera a través del escenario donde Kulhman se encontraba. Al día siguiente, la espina de la señora colapsó y murió cuatro meses después, lo que mostraba que no había habido nunca curación. Nolen concluía: "cuando se rompe el bazo de un niño, la curación es inmediata sometiéndole a una sencilla operación quirúrgica. Pero si se lleva el niño a un curandero (sea religioso o no) se muere al día siguiente".

Una crítica a estos estudios es que la oración es muy mecanizada (salvo en el caso de Kuhlman). De hecho, para salvaguardar la objetividad científica, los investigadores ordenan a los que efectúan las oraciones que lo hagan de una manera uniformizada. Esto sucede casi siempre en oraciones masivas en misas, por ejemplo, donde los sacerdotes ordenan a los fieles rezar de una manera uniforme, pero no en oraciones hechas por individuos en soledad. El Papa Juan Pablo II, por ejemplo se mostró en contra de este tipo de oración mecanizada y exigió que se haga una reflexión antes de rezar. Yendo en esta dirección, en su libro "La base científica de la medicina integrativa", Wisneski y Anderson dicen que "hay diferentes niveles de aptitud para la oración". Esta clasificación es subjetiva, y es difícil que un estudio científico pueda medir esa aptitud de manera seria y objetiva. ¿Importa, por ejemplo, orar arrodillado, parado o sentado, con los ojos cerrados o abiertos, en silencio o en voz alta, con el cuerpo tensionado o relajado, con lágrimas o con alegría, con frases largas o cortas, mencionando que no se hace por interés o dejando entrever eso implícitamente, estando confesado o no, luego de haber hecho una buena acción o no, etc.?

En este sentido (no especificar bien la aptitud de los oradores), por ejemplo, fue duramente criticado el famoso estudio estadístico que realizó Francis Galton en 1872, el cual, hay que decirlo, también fue hecho en tono de sátira. La hipótesis de Galton era que los miembros de la familia real británica debían vivir más tiempo que el común de los aristócratas ricos, pues millones rezaban por la salud de ellos cada domingo. Al hacer la comparación, no encontró ninguna diferencia: los reyes y príncipes británicos vivían lo mismo que cualquier rico. Sin embargo, los que rezaron por ellos fueron sus súbditos, y la gran mayoría lo hacía por obligación: eso fue lo criticado.

De acuerdo al Washignton Post, la oración es el tratamiento complementario a lo que ofrece la Medicina más usado por el público, mucho más que la acupuntura, las hierbas, las vitaminas y otros remedios alternativos, y es por esto que estudios como éstos adquieren real importancia. Crítica importancia, pues sólo tomando en cuenta a los cristianos, más de mil millones de personas en el mundo realizan esta práctica, que bien podría ser un desperdicio total de tiempo y esfuerzo o un gran tratamiento alternativo a la Medicina, aún no probado.

El conocido ateo Sam Harris, refiriéndose a la gran cantidad de gente en el mundo que realiza la práctica de la oración, decía: "Reúne a mil millones de cristianos a rezar por un amputado. Haz que recen a Dios porque le crezca de nuevo el miembro perdido. Esto les sucede a las salamandras todos los días, posiblemente sin ayuda de la oración; esto es, sin la capacidad de Dios". Pero no le sucederá al amputado.

Por supuesto, esto nunca ha sido observado, y nunca ha habido un estudio así sobre amputados. No se sabe siquiera si tiene más efecto que muchas personas hagan la oración, o que una sola lo haga, y es por eso que en los estudios arriba mencionados a veces rezaba una persona por otra, a veces varias personas. Esto me hace recordar el bello poema Masa, de César Vallejo.

En los últimos años, bastantes personas han cometido delitos relacionados al uso de la oración como medio de sanación. Específicamente, el uso de la oración para sanar dejando totalmente de lado la ciencia de la Medicina. Hay muchísimos ejemplos de acciones negligentes de este tipo cometidas por grupos cristianos (en su mayoría fundamentalistas), que ocasionaron la muerte de personas que pudieron sobrevivir en caso de que se hubiese recurrido a un médico. Por ejemplo, una investigación hecha por un periódico de Oregon concluyó que de los 78 niños enterrados en el cementerio de la Iglesia de Seguidores de Cristo, 21 murieron de enfermedades curables con los métodos de la Medicina moderna. Muchos estados de Estados Unidos tienen una legislación que no acusa de criminales a los padres que recurren a la curación por oración como tratamiento médico y así causan la muerte de sus hijos, sin embargo, para 1999 Oregon ya había cambiado su legislación respecto a la defensa "por motivos religiosos" y pudo enjuiciar y condenar a dos parejas de padres, la última por la muerte de una bebé de 15 meses que murió de pulmonía y que nunca fue llevada a un médico. Hay una religión, la Ciencia Cristiana (que no tiene nada de científica y no tiene nada que ver con la igual de anticientífica Cientología), con más de 2000 congregaciones, que dice que la curación a través de la oración y el tratamiento médico material no son compatibles y no deben hacerse al mismo tiempo. El feligrés puede optar por cualquiera de los dos, pero seguir los dos es contraproducente.

Incluso entre los que defienden la curación a través de la oración hay dudas. Larry Dossey, en su libro "Palabras que curan", se plantea la preocupación de que algunas enfermedades se curan o alivian más fácilmente que otras. "Si la oración funciona, ¿por qué no puede curar Dios un cáncer o hacer que crezca una extremidad perdida? ¿Por qué tanto sufrimiento evitable que Dios podría impedir tan fácilmente? ¿Por qué Dios necesita que se le rece? ¿No sabe ya qué curaciones debe realizar?", se pregunta Dossey.

Sobre el tema no se pueden hacer conclusiones para a un lado o para el otro, a pesar de que se reza a Dios desde hace más de tres mil años, y que ya se han acumulado un promedio de un billón de rezos en toda la historia de la humanidad. Claro, uno supondría que después de tan formidable acumulación de palabras, debería haber una época en la historia donde la tasa de mortandad debe haber sido menor. Digamos, por ejemplo, el medioevo, cuando se hacía tantos miles de millones de oraciones sinceras. Sin embargo, es al revés, y la esperanza de vida de las personas sólo ha ido creciendo con el desarrollo científico de la humanidad. Era de 20 a 30 años en promedio en la Europa occidental de la época medieval, y llegó a 40 años en 1870. Ahora vivimos más tiempo en promedio que en cualquier época de la historia (70 a 80 años), y estamos en la cúspide de nuestro desarrollo científico y tecnológico (no en el Perú, pero sí como planeta), con grandes esperanzas de que éste no sea nuestro techo y de seguir aumentando nuestro tiempo de vida. Si orando hallamos consuelo psicológico al menos, pues no está mal, pero no debemos dejar de lado nunca el tratamiendo médico, que ha probado ser siempre más útil.

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